El proyecto con los niños de Salé ha terminado. Esta semana ha empezado la escuela y por lo tanto, sus padres ya tienen un sitio donde dejarlos tranquilamente. El último día, después de entrenar, Hassan me llevó al campo municipal de Salé y me regaló una bufanda del equipo. Un bonito recuerdo.

Me he mudado a Casablanca. En el noroeste de la ciudad, se encuentra el barrio de Sidi Moumen y ahí hay un centro donde los niños que no están escolarizados o han sido expulsados, pueden ir a estudiar o hacer deporte. Samad, un chico que conocí en Salé, me trajo hasta aquí.
Casablanca está al sur de Rabat a una hora y media aproximadamente de Salé. El centro está dirigido por los propios vecinos del barrio. Entre todos intentan cubrir las necesidades de estos niños. Esta especie de escuela cuenta con tres aulas, una biblioteca donde hacemos los deberes, y un pequeño patio con dos porterías y dos canastas de baloncesto. En las aulas enseñan desde matemáticas hasta francés. Gracias a diversas donaciones tenemos dos guitarras con las que también enseñan música a los niños.
Al llegar allí, les expliqué mi idea de cómo utilizo el fútbol como herramienta para transmitir valores que ayudan a erradicar la discriminación y animan a fomentar la unión y el respeto por todos. Les gustó y me invitaron a colaborar con ellos. De hecho, la responsable del centro, Saima Mattichi, me comentó que había un grupo de niñas que les hacía ilusión jugar a fútbol pero no querían hacerlo con los niños. Querían tener un equipo solo de chicas. ¨Poco a poco¨, pensé.

Así empezó la semana. Por las mañanas ayudo a un grupo de niños con sus deberes y por la tarde entreno hasta las 7. De momento, tengo dos equipos de diferentes edades. En total son aproximadamente 40 divididos en dos sesiones de entrenamiento diario. Está siendo todo un privilegio poder compartir con ellos estos momentos. Ver cómo disfrutan y mejoran día a día es una pasada. Incluso niños que no aparecían por el centro hace tiempo han vuelto porque han oído que se juega a fútbol.

Cada día me alegra más haber tomado la decisión de apartar por un tiempo mi rutina y vivir esta experiencia. Jamás hubiera imaginado que el deporte, el fútbol, pudiera dar y transmitir tanto. Siento que estoy en deuda con este deporte. Desde siempre me ha hecho muy feliz y ahora también les hace a todos los niños y niñas allá donde voy. Algún día, espero devolver al deporte todo lo que me ha dado.

Ser mujer en algunos de los países que he visitado significa estar destinada a la discriminación y la violencia, pero usando el fútbol he intentado que eso cambiara por completo. Niños y niñas de distintas tribus y razas juegan juntos en un mismo equipo. Sin apenas poder comunicarse verbalmente. Solo usando un balón como medio de entendimiento. Tanto para celebrar los goles como para lamentarse por una ocasión fallada.
Cada niño llevará escrito en su corazón todo lo que hemos vivido juntos, algo que nunca nadie le podrá quitar. Y eso me acompañará por siempre, y eternamente.
#ReglaDPCD

