Mi última semana en Marruecos. Debido a un asunto familiar me he marchado unos días antes de lo previsto. Mi familia también me necesita.
Después de todo este tiempo y aún no os he hablado de la cultura marroquí. Comparando Uganda y Marruecos tengo que decir que tienen sus similitudes y sus diferencias. Durante el tiempo que estuve en Uganda adelgacé ocho kilos debido a la mala alimentación. En Marruecos, he perdido peso también. Esta vez, no por falta de comida sino por falta de integración. No me acostumbro a comer del mismo plato de los demás, si estos comen con las manos. En Uganda, también se come con las manos pero cada uno tiene su porción de comida.

Aquí, se sirve un plato central y todo el mundo come de ahí. A pesar de que yo pedía mi cuchara, mi cabeza recordaba lo mal que lo pasé en Uganda por una intoxicación y me costaba muchísimo ver a los demás usando sus manos como cuchara, tenedor y cuchillo en mi mismo plato. Intentaba no pensarlo, pero a veces algún comensal, con total naturalidad y tratándome como un marroquí más, invadía mi espacio y ahí terminaba mi comida. Lo sé, pertenezco a otra cultura y no me integré como me hubiese gustado.
En todas las comidas hay pan y miel. Me he dado cuenta que les gustan mucho los dulces. De hecho, la madre de uno de mis niños, me invitó a su casa y como muestra de hospitalidad me ofreció un vaso de leche y un montón de dátiles e higos secos. En la calle se pueden ver puestos de dulces repletos de abejas. Tienen algo que me parece una buena idea. Hay un señor con un vestido muy original que lleva agua en una alforja por si entre dulce y dulce necesitas refrescarte.

Por otra parte, descubrí su té. Fátima, la señora de la casa, preparaba un té mentolado que está riquísimo. Se toma durante todo el día. Preparan una tetera y van rellenándose sus vasos a lo largo del día. Antes de vivir en Marruecos, no me gustaba el té o eso creía. Ahora lo voy a echar de menos.
Respecto a las normas de circulación, tanto Uganda como Marruecos son un verdadero caos. Cruzar la calle se convierte en un riesgo para tu vida. En Casablanca y Rabat, si hay semáforos y señales, pero como si no estuvieran. Los coches y los carros, se amontonan en los cruces y se producen atascos, gritos, pitos… Los taxis como en Uganda, tienen más gente que asientos. Tampoco usan los cinturones. Algo que me llamó la atención es que ellos son los que eligen la ruta. Te dicen donde van y tú aceptas o no.
Lo de fumar, aquí es algo muy normal. Muchísimos hombres fuman. No he visto a ninguna mujer hacerlo. Fuman en los bares, restaurantes y hasta en los taxis.
También son muy apasionados en lo que al fútbol se refiere. Cada vez que juega el equipo de Salé, se corta el tráfico, se paran los trenes, hay peleas entre aficionados y hasta los bares cierran sus puertas por miedo a sufrir las consecuencias de ambas aficiones. Un día pude comprobarlo por mí misma. Salía de una tienda de comprar agua y delante de mí aparecieron cientos de seguidores del equipo de Casablanca gritando y tirando piedras. Me volví hacia la misma tienda y ya había cerrado sus puertas. Por suerte, un chico me indicó que lo siguiera y nos escondimos en un portal. Allí, casí enfrente de nosotros apareció la policía y fue toda una batalla campal. Tuve suerte de encontrarme con esta gran persona.
Cada país tiene su cultura, sus tradiciones y su gente. Te puede gustar más o menos, pero lo importante es enriquecerte de lo que te enseña cada uno de sus ciudadanos.
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